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Economía

En 1917, el Imperio Ruso, mayoritariamente agrícola, alardeaba de su sector industrial, pequeño pero dinámico, impulsado por las inversiones estatales desde la última década del siglo XIX. La Primera Guerra Mundial llevó a la quiebra la industria, la agricultura y el sector bursátil de Rusia. Esta guerra trajo revolución, desorden e inflación descontrolada. La dureza de la Guerra Civil rusa impuso tal presión sobre la economía que, junto con la toma de decisiones centralizada y las restricciones al mercado libre, hizo que el sector financiero de la nación estuviera al borde del colapso durante los primeros años de gobierno soviético. [Continúa en la parte inferior de la página]

Cuando los productos básicos comenzaron a escasear, las autoridades requisaron comida directamente a los agricultores que la producían. La moneda se devaluó e hizo que una economía de trueque se desarrollase. Este método ad hoc (bautizado como “comunismo de guerra”) resultó atractivo a los radicales en el gobierno ya que lo vieron como el precursor de su modelo económico ideal utópico. Como consecuencia de todo esto, hubo un descenso catastrófico de la producción, y el nivel económico de la nación se redujo a una fracción de lo que había sido durante la época anterior a la guerra.

Para hacer frente a la consiguiente revuelta campesina y la convulsión económica, Vladimir Lenin creó la Nueva Política Económica (NEP por sus siglas en ruso), el primer programa económico sistematizado de la Unión Soviética. Mediante este programa, el gobierno controlaba el comercio internacional, los bancos, el transporte y la industria pesada, dejando un margen para el comercio, la pequeña industria, y los servicios privados. La requisa obligatoria de comida dio lugar a un impuesto sobre las cosechas de los campesinos, lo que les permitió poder vender el excedente en los mercados que habían sido legalizados de nuevo. Pagado en especie en un principio, el impuesto se volvió a pagar con dinero una vez que el gobierno emitió una moneda estable en 1924. Aunque el país siguió siendo relativamente pobre, la Nueva Política Económica mejoró los índices económicos, a pesar de que la crisis era algo congénito en esta política: el desequilibrio entre los precios bajos de los productos agrícolas y los precios altos de los bienes manufacturados. Para el año 1928, Iósif Stalin había derrotado a sus rivales políticos, poniendo así fin a los debates sobre el ritmo y la maquinaria de la industrialización. Sintiéndose rodeado de potencias capitalistas hostiles, Stalin se sintió alarmado por la escasa capacidad de la URSS para fabricar tanques, aviones y otros tipos de armas necesarias en una guerra moderna. El Primer Plan Quinquenal, que comenzó en 1928, anticipaba una industrialización rápida, lograda con la ayuda de tecnología importada. Además de la necesidad de alimentar a una creciente mano de obra industrial, el estado buscó pagar las importaciones mediante la exportación de cereales, crudo, madera, y otras materias primas. Los campesinos, descontentos con los precios, retiraron sus cosechas del mercado, algo que Stalin y sus seguidores consideraron como un sabotaje a su proyecto de industrialización, por lo que comenzaron a aterrorizaron al campo y obligaron a familias enteras de campesinos a unirse a las granjas colectivas que estaban bajo el control del estado. El precio de los productos se desplomó a nivel mundial con la llegada de la Gran Depresión, lo cual hizo que los líderes soviéticos intentaran alcanzar las ganancias previstas aumentando aún más las exportaciones.

La economía estalinista, fortalecida por el autoritarismo heredado del periodo de la guerra civil, reforzó la jerarquía y el control desde Moscú, lo que impuso planes de inversión y de producción de miles de productos. Los planes quinquenales sucesivos dieron prioridad a la industria pesada a costa de la agricultura y el consumo. El estado era el propietario o controlaba la gran mayoría de las empresas, por lo que fijaba los precios, y ejercía una disciplina casi militarizada sobre los trabajadores. Encarcelados por crímenes reales o imaginarios, los presos eran obligados a trabajar en remotos lugares de duras condiciones meteorológicas a donde los trabajadores libres se negaban a ir. Incluso los trabajadores libres tenían que soportar condiciones extremadamente difíciles, como el racionamiento de la comida y los bienes de consumo entre los años 1929 y 1935, y de nuevo durante la Segunda Guerra Mundial y en el periodo de postguerra. Cabe señalar que, incluso durante los mejores años -de 1935 a 1941, los artículos de primera necesidad seguían siendo escasos. Destinando un gran número de recursos a la industria pesada, el estado frenó los suministros. También bajó los precios de una manera artificial, lo que hizo que la inflación se manifestara en forma de escasez y no de aumento de los precios.

El modelo estalinista resultó ser los suficientemente resistente como para sacar adelante a la Unión Soviética durante la guerra contra la Alemania nazi, la reconstrucción de la postguerra y la carrera armamentística de la Guerra Fría. A pesar de tener una cierta capacidad de adaptación, este modelo económico era insostenible. Cuando Stalin murió en 1953, sus sucesores rápidamente suavizaron tanto las leyes represivas en materia de disciplina laboral como la excesiva centralización. Previamente, cada uno de los ministerios gestionó una cadena de sociedades verticalmente integrada dentro de una sola empresa, una organización que les motivó a almacenar recursos y a favorecer intereses particulares por encima del bien común. Tras ser reformada en 1957, la gerencia se trasladó parcialmente de Moscú a los concilios económicos regionales, pero estos actuaron de manera similar. Es más, esto alienó una poderosa circunscripción de Moscú – burócratas de base, los cuales se opusieron a las reformas del jefe del gobierno Nikita Khrushchev y apoyaron su salida del poder en 1964. Reforzando el poder de Moscú y los ministerios, sus sucesores tomaron medidas para incentivar a ministerios y empresas para que produjeran bienes según su demanda y no basaran su éxito según la producción bruta, sino según las ventas y los beneficios. Este programa pudo ser crucial pero, sin embargo, no llegó muy lejos ya que se desarrolló una predisposición contra las reformas en 1968, lo cual aumentó la sospecha sobre las posibles consecuencias de introducir mecanismos de economía de en la administración. La Unión Soviética continuó avanzando con esfuerzo y favoreciendo la industria pesada y de defensa. Los precios no reflejaron ni la oferta ni la demanda, haciendo imposible la planificación racional de la producción y la inversión. La principal medida del éxito -las cuotas de producción cuantitativa- impidieron tomar riesgos que introdujeran nuevos productos o procesos más eficientes. El suministro de comida y de bienes de consumo mejoró, pero nunca llegó a ser cuantioso.

En 1985, Mikhail Gorbachov heredó una economía que funcionaba, pero que necesitaba cambios para poder hacer frente a sus muchos problemas. Las innovaciones introducidas por Gorbachov desestabilizaron las viejas prácticas sin llegar a establecer una alternativa viable. Como resultado, los trastornos en la innovación económica combinados con la frágil situación política en la nación y la agitación social hicieron que fuera imposible mantener un sistema coherente. La estructura federal de la Unión Soviética facilitó su disolución a finales de 1991, reflejo de cómo las élites políticas dejaron de creer en el socialismo soviético y comenzaron a implementar un experimento basado en un capitalismo desenfrenado.

Lecturas recomendadas y referencias

Paul Gregory, Political Economy of Stalinism: Evidence from the Soviet Archives  (Cambridge University Press, 2003).

Alec Nove, An Economic History of the USSR, 3rd ed. (Penguin, 1993).

Seventeen Moments of Spring, "Economics" http://soviethistory.msu.edu/theme/economics/