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Fuerzas Armadas

En la Unión Soviética, el Ejército Rojo -conocido como el Ejército Soviético tras 1946- tenía un lugar dominante en la sociedad y la opinión pública. En 1917, la Guardia Roja, integrada por formaciones militares leales al Soviet de Petrogrado de Diputados Obreros y Soldados, estaba compuesta de destacamentos de trabajadores armados que defendían la ciudad de la contrarrevolución. Durante la Guerra Civil Rusa (1918-1922), la increíble capacidad de Leon Trotsky para organizar a las tropas transformó al Ejército Rojo en una formidable fuerza de combate integrada por obreros, reclutas campesinos, antiguos zaristas y leales comisarios bolcheviques, los cuales supervisaban todo y a todos. [Continúa en la parte inferior de la página]

Una figura emblemática de esta era fue el comisario, el cual podía ser identificado fácilmente por su sucia chaqueta de cuero, el revolver en ristre, sus botas llenas de barro, y un aire de hipermasculinidad. Tras las campañas de la Guerra Civil, los estrategas del Ejército Rojo pasaron la década de los años 20 del siglo XX estudiando las lecciones que habían aprendido. En comparación con la estática estrategia de guerra de trincheras, rasgo distintivo de la Primera Guerra Mundial en el frente occidental, las guerras en el este se caracterizaron por activas maniobras, un hecho que impulsó al Ejército Rojo a ser pionero en combinar las doctrinas armamentísticas que exigían el uso de unidades de infantería mecanizada y fuerzas de ataque con tanques. Sin embargo, hacia la mitad de la década de los años 30, Mikhail Tukhachevsky y otros militares que habían desarrollado estas tácticas fueron víctimas de las purgas que Iósif Stalin llevó a cabo entre los oficiales del ejército. Las purgas continuaron hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, lo que hizo que el Ejército Rojo, entre 1940 y 1941, estuviera en manos de oficiales con muy poca experiencia.

La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto de gran envergadura en el que los primeros resultados no favorecieron al Ejército Rojo. Su ataque sobre la más débil Finlandia durante la Guerra de Invierno de 1940 logró sus objetivos, pero con grades dificultades y cuantiosas pérdidas. Es más, la estrategia elegida por Stalin hizo que el Ejército Rojo fuera vulnerable al ataque sorpresa que sobre la Unión Soviética lanzó Adolf Hitler en las primeras horas del 22 de junio de 1941. Desequilibrado por el ataque, el Ejército Rojo tuvo que recuperarse de la destrucción de numerosas unidades de primera línea, aviación y otros bienes. Lentamente, las derrotas en 1941 y 1942 dieron paso a decisivas, aunque costosas, victorias, desde Stalingrado a comienzos de 1943 hasta el asalto final del Ejército Rojo sobre Berlín en mayo de 1945. El júbilo del Día de la Victoria el 9 de mayo de 1945, que continuó durante los días y meses siguientes, pronto se disipó conforme se imponía la sombría realidad de la postguerra.

La victoria en la Segunda Guerra Mundial proporcionó a la Unión Soviética su logro más importante pero también dio, tanto a la Unión Soviética como al Partido Comunista, un nuevo mito, junto con -o incluso en lugar de- el mito de la revolución, con el que legitimar su poder. Las generaciones más jóvenes se vieron obligadas a preservar y defender la Unión Soviética de igual manera que la generación anterior lo había hecho derrotando a los fascistas. La victoria también trajo consigo el control sobre ocho naciones de Europa Central y del Este, así como la incorporación a la Unión Soviética de nuevas regiones fronterizas, recayendo sobre el Ejército Rojo la obligación de defender todos estos territorios.

Desde el final de los años 40 hasta el final de los años 80 del siglo XX, el largo conflicto de la Guerra Fría contribuyó a que continuase la tradición de venerar al Ejército Soviético a través de imágenes populares que idealizaban a sus miembros –siendo hombres los que típicamente eran representados. Además de las tropas de tierra y las formaciones de tanques, las fuerzas armadas se extendían a las unidades policiales, la aviación moderna, una armada en expansión y un conjunto de unidades nucleares que competían en tamaño y fuerza con las de Estados Unidos. Cada sección intentaba presentarse de la manera más favorable al público. Las películas y programas de televisión más populares representaban figuras militares y conflictos épicos que luchaban contra el enemigo fascista. Esta tendencia alcanzó su grado máximo con Diecisiete instantes de una primavera, una serie de televisión que relataba las aventuras noveladas de un agente soviético infiltrado en las Schutzstaffel Nazi, más conocidas como las SS.

En la década de los años 70 del siglo XX, el Ejército Soviético y el enorme complejo militar-industrial de la URSS consumían una cantidad extrema de la riqueza nacional de la URSS. Ningún presupuesto era totalmente preciso, y únicamente suposiciones aproximadas sugerían que el gasto de la Unión Soviética era prácticamente igual al de Estados Unidos, pero teniendo como base producto interior bruto inferior a la mitad del que tenía su superpotencia rival. Sólo cuando Mikhail Gorbachov llegó al poder en 1985, se comenzó a hacer frente al estado real de la economía y al peso del gasto militar. Así pues, Gorbachov se embarcó en una revolución en política exterior que ayudase a encontrar una solución pacífica a la Guerra Fría, la retirada de tropas soviéticas de su desastrosa campaña en Afganistán, el abandono de las bases soviéticas en Europa, y la reducción radical del gasto militar. Todos estos cambios, sin embargo, llegaron demasiado tarde para poder salvar a la Unión Soviética del colapso económico y social, que terminó por suceder en 1991.

Lecturas recomendadas y referencias

Catherine Merridale, Ivan's War: Life and Death in the Red Army, 1939-1945  (Picador, 2006).

Seventeen Moments of Soviet History, "Military" http://soviethistory.msu.edu/theme/military/.

Mark Von Hagen, Soldiers in the Proletarian Dictatorship: The Red Army and the Soviet Socialist State, 1917-1930 (Cornell University Press, 1990).