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Agricultura

La agricultura, el suministro de alimentos y la población rural representaron problemas para la Unión Soviética, a pesar de que fueron continuamente evolucionando a lo largo de las siete décadas de existencia de esta nación. En 1917, los campesinos constituían el 80% de la población de todo el Imperio Ruso y durante décadas habían sido objeto de debate debido a su atraso y deficiente productividad. Los más jóvenes y ambiciosos deseaban las propiedades de los terratenientes aristocráticos – los antiguos propietarios de siervos- o buscaban nuevas oportunidades en las tierras fronterizas. La inestabilidad social latente estalló durante las insurrecciones rurales de 1905 y 1917. Tras 1905, el gobierno del Zar promulgó reformas que apoyaban a los campesinos más prósperos, buscando así crear un bastión contra los disturbios. [Continúa en la parte inferior de la página]

Mientras el orden social se colapsaba en 1917 tras la Revolución de Febrero, los campesinos expropiaron las tierras a los aristócratas. Multitud de campesinos desertaron del ejército y regresaron a sus casas mientras reclamaban la parte de la tierra que les correspondía, a la vez que traían con ellos el igualitarismo radical y el bolchevismo. Los campesinos más pobres recibieron algunos terrenos de las grandes haciendas, mientras que aquellos con más recursos -entre los cuales se incluían familias favorecidas por las reformas llevadas a cabo tras la revolución de 1905- sufrieron la confiscación de sus cultivos. Todos tuvieron que soportar la escasez, el hambre y el caos que la Guerra Civil Rusa causó.

Introducida por Vladimir Lenin a finales de 1921, la Nueva Política Económica ofrecía a los campesinos un alivio en las confiscaciones. Tras haber pagado los impuestos en especie, podían ahora consumir o vender el resto de su cosecha como mejor les pareciese. En poco tiempo, las cosechas volvieron a los niveles de antes de la guerra. A medida que los agricultores prosperaban, algunos de ellos ampliaron sus terrenos y contrataron mano de obra. A los comunistas que ya eran hostiles al campesinado, esto les pareció como si el capitalismo rural estaba regresando por la puerta de atrás. Cuando la Nueva Política Económica entró en crisis en 1928, la desconfianza de los bolcheviques, unida al precedente de las violentas expropiaciones durante la Guerra Civil, culminaron con un ataque al campesinado. La caída del precio de los cereales contrastaba con el aumento del coste de los tejidos, los metales, el queroseno y otros bienes industriales. Los campesinos respondieron negándose a comercializar el exceso de comida. El líder soviético Iósif Stalin consideró esta acción como un sabotaje llevado a cabo por agricultores ricos y hostiles, a quienes acusó llamándoles kulaks, palabra rusa que hace referencia a un puño cerrado. Como consecuencia, aprobó nuevas confiscaciones, a las que siguieron la forzada colectivización de 1929. La colectivización representó una guerra civil, enfrentando a los líderes de Moscú, los funcionarios locales, los militantes del partido y las facciones pro-comunistas de las comunidades rurales contra la mayoría del campesinado. Estas campañas hicieron que las cosechas comenzaran a estar bajo el control del estado, lo que le permitió –a duras penas—dar de comer en las ciudades y exportar cereales para financiar la industrialización del país. Los burócratas controlaban hasta el más mínimo detalle de la producción de las granjas colectivas, pero fundamentalmente se preocupaban de sacar el máximo de las cosechas, ya que el estado lo necesitaba para poder alimentar a la creciente población urbana. Las granjas colectivas, como consecuencia, lastraron el rendimiento económico de la Unión Soviética. Informes de prensa y campañas propagandísticas bombardeaban a la población urbana con imágenes de campesinos bien alimentados que trabajaban en granjas opulentas y mecanizadas. La realidad era muy diferente, ya que el rendimiento y la producción se desplomaron pues los campesinos prefirieron trabajar lentamente y matar a su ganado antes que entregarlo a las granjas colectivas. Una confiscación agresiva de la comida causó la hambruna que entre 1932 y 1933 provocó la muerte a más de 8 millones de personas y arrasó Ucrania, así como zonas del sur de Rusia y Kazajstán.

El resto de la década de los años 30 del siglo XX se vivió con relativa estabilidad, a pesar de que la producción se redujo a niveles anteriores a 1928, o incluso anteriores a 1913. La Segunda Guerra Mundial trajo nuevas adversidades. La guerra afectó a las tierras más productivas del país, causando una gran destrucción que se vio incrementada por las atrocidades alemanas. Miles de pueblos y granjas colectivas fueron destruidos. Un buen número de los 8 millones de bajas del ejército soviético eran reclutas campesinos, a la vez que una gran cantidad de los 20 millones de muertos de la guerra eran civiles que vivían en zonas rurales. Al término de la guerra, el servicio militar y el dominio de la mano de obra masculina en las fábricas proporcionó a los hombres numerosas oportunidades para poder dejar las granjas colectivas. Como consecuencia, durante mucho tiempo, las mujeres constituyeron la mayoría de los habitantes de las zonas rurales en el periodo de la postguerra. En estos lugares, todos realizaban esencialmente un trabajo no remunerado y a cambio recibían un pequeño huerto donde cultivar comida para el consumo propio o para el comercio a pequeña escala.

Los sucesores de Stalin iniciaron una serie de reformas en el campo mediante la reducción de impuestos, el aumento de los precios de compra, y la suspensión de los duros castigos a las que los se veían sometidos los campesinos que no querían trabajar en las granjas colectivas. Con Nikita Khrushchev como presidente, el gobierno invistió en maquinaria, productos químicos y otras tecnologías; los sucesores de Khrushchev continuaron invirtiendo en avances tecnológicos, pero también subvencionaron la producción y el consumo. Los subsidios crecieron año tras año, incrementando desde principios de los años 70 debido a la importación de comida. Precios artificialmente bajos hicieron crecer la demanda, lo cual tuvo como resultado una escasez constante en las tiendas. Estos problemas llegaron a su punto máximo cuando Mikhail Gorbachev intentó suavizar las regulaciones del sector agrícola mediante la creación de un espacio para las cooperativas y la iniciativa privada. Estas reformas, al igual que su programa de Perestroika en la industria, hizo que los precios se dispararan, lo que destruyó su credibilidad a los ojos de los ciudadanos soviéticos.

Lecturas recomendadas y referencias

R. W. Davies and Stephen Wheatcroft, The Years of Hunger: Soviet Agriculture, 1931--1933(Palgrave Macmillan, 2003).

Carol Leonard, Agrarian Reform in Russia: The Road from Serfdom (Cambridge University Press, 2010).

Alec Nove, An Economic History of the USSR, 1917--1991, 3rd ed. (New York: Penguin, 1993).

Seventeen Moments in Soviet History, "Countryside," http://soviethistory.msu.edu/theme/countryside/.

Lynne Viola, V. P. Danilov, N. A. Ivnitskii, and Denis Kozlov, The War against the Peasantry, 1927--1930: The Tragedy of the Soviet Countryside (Yale University Press, 2005).