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Stalin

Stalin vino al mundo con el nombre de Iósif Jughashvili. Nació en 1878 en Gori, Georgia, una ciudad multicultural situada en la frontera del Imperio Ruso, en la Cordillera del Cáucaso. De familia humilde, el joven Stalin encontró su lugar en el mundo a través de los estudios, primero en la escuela de la iglesia su barrio, y después en el seminario de la bulliciosa ciudad de Tiblisi. Sin embargo, en lugar de convertirse en sacerdote, comenzó a interesarse por la política más radical. Dejó el seminario en 1899 y se dedicó a organizar huelgas, planear robos de bancos y esquivar a la policía. [Continúa en la parte inferior de la página]

Cuando el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia se dividió, Jughashvili eligió a los bolcheviques y no a los mencheviques, los cuales eran mayoría en la región del Cáucaso. Vivió en la clandestinidad durante muchos años, pero también pasó tiempo detenido, en el exilio y escapando a los rincones más lejanos del imperio. Sus acciones hicieron que Lenin y otros líderes se fijaran en él, pero debido a que pasó la mayor parte de estos años en la clandestinidad, lejos del exilio europeo, no se le consideraba un miembro importante de la facción bolchevique. En 1912, usó por primera vez el nom de guerre Stalin, que en ruso significa “acero”; se convirtió en editor del periódico bolchevique y en miembro del Comité Central de esta facción. También escribió su única obra prerrevolucionaria importante, un ensayo sobre los pueblos no-rusos del imperio.

Tras recibir la noticia de la Revolución de Febrero, Stalin y sus camaradas revolucionarios dejaron inmediatamente su exilio en Siberia y se dirigieron a Petrogrado. Allí, como parte del círculo cercano a Lenin y como miembro del Comité Central, participó -si bien no desde la primera línea- en los acontecimientos que desembocaron en la Revolución de Octubre. En el primer Consejo de Comisarios del Pueblo, Stalin fue nombrado Comisario para las Nacionalidades ya que su origen étnico representaba una gran ayuda en la importante labor de reclutar a los pueblos no-rusos para la causa revolucionaria. Poco después, se convirtió en uno de los supervisores del partido de las operaciones del Ejército Rojo, un puesto en el que destacó por su gran agresividad como estratega militar y su vehemente persecución quienes eran sospechosos de ser contrarrevolucionarios. Estos hechos, además de los fracasos en el campo de batalla, causaron un primer enfrentamiento entre Stalin y Trotsky. Una vez terminada la Guerra Civil rusa en 1922, Stalin se convirtió en Secretario General del Partido Comunista, un cargo que era considerado por los futuros adversarios de Stalin como un mero puesto burocrático. Aprovechando su autoridad sobre el personal del partido, Stalin supo crear redes de apoyo de leales funcionarios en el partido y en el gobierno. La compleja relación entre Lenin y Stalin se hizo especialmente intensa al final de la vida de Lenin, cuando en 1922 se enfrentaron sobre cómo debería ser el marco jurídico que regulara la incorporación de las naciones fronterizas no-rusas a la nueva Unión Soviética. Cuando Lenin murió, en 1924, Stalin pasó por encima de los oprobios de Lenin y se presentó como el más leal discípulo e intérprete del difunto líder. Durante las violentas luchas internas del partido de la década de los años 20 del siglo XX, Stalin combinó el prestigio ganado como mecenas del partido con diestras maniobras, y así derrotar tanto a Trotsky como a todos sus rivales. En 1928, favorito entre los aspirantes a suceder a Lenin, Stalin se convirtió en el líder indiscutido del país.

Durante veinticinco años, Stalin controló la política, la vida y la propaganda en la Unión Soviética como ningún otro. El culto a Stalin exigía que todos los logros -desde un descubrimiento científico hasta una infancia feliz- fueran atribuidos a la guía e inspiración del Líder. La industrialización obligó, durante los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, a utilizar los planes quinquenales para pulir la imagen de Stalin, mientras que la información sobre el hambre, la opresión y la agitación social de la época que había en el país era brutalmente reprimida. Sus propios temores, avivados por los informes de la policía sobre sospechosos contrarrevolucionarios, transformaron un sistema represivo de prisiones y campos de trabajos forzados en un sistema que, para 1936, se había convertido en un sistema letal a gran escala. Stalin, continuamente, imaginaba amenazas internas y externas, entre las que se encontraba la propagación del fascismo en Europa, y encargó a la policía secreta la tarea de eliminar a todos sus supuestos enemigos. Hasta que Stalin ordenó su final, el Gran Terror sentenció a más de 700,000 personas a ser ejecutadas tras un juicio sumarísimo, y condenó a millones de ciudadanos a trabajos forzosos, incluyendo las esposas e hijos de los procesados.

Cuando estalló la guerra contra Alemania en 1941, la Unión Soviética demostró que no estaba preparada para afrontarla. Las desafortunadas decisiones estratégicas tomadas por Stalin, que se remontaban a 1939 con la firma del desafortunado tratado de no-agresión con Hitler, hicieron posible el ataque por sorpresa de Alemania. Las órdenes de Stalin de contraatacar a cualquier precio y de tratar el repliegue estratégico de sus tropas como un acto de cobardía tuvieron como resultado la muerte o captura de millones de soldados del Ejército Rojo. Sólo entre 1942 y 1943, Stalin permitió a sus comandantes tomar decisiones estratégicas, lo que permitió al Ejército Rojo luchar de manera más efectiva. Stalin tenía la última palabra a la hora de poner en marcha una nueva táctica militar o económica, y en política exterior su opinión era la única que contaba. Stalin continuó siendo, de manera clara y visible, un símbolo de la propaganda del país y de su esfuerzo bélico, algo paradojíco debido a que, en la vida real, tenía un fuerte acento georgiano y una apariencia física nada impresionante. Aunque sus aliados de guerra no confiaban en él, Stalin logró alcanzar la cima de su influencia mundial en el periodo de postguerra. Imponiendo su control sobre los territorios conquistados en Europa y, después de 1949, desarrollando una cercana, aunque tensa, relación con Mao Tse-tung, el líder soviético llegó a tener influencia sobre un tercio de la población mundial. En 1945, Stalin dio marcha atrás a la táctica empleada durante el tiempo de guerra de relajar su control sobre la nación y la toma de decisiones, e impuso de nuevo una férrea disciplina para preparar al estado y a la sociedad en la lucha de la acechante Guerra Fría. Se rodeó de subordinados que él personalmente elegía con el máximo cuidado; cada uno de estos subordinados le debía todo a Stalin y podían ser -y muchas veces lo eran- eliminados en cualquier momento. La represión continuó, también contra destacados personajes de la cultura y la política. Sólo el deterioro físico de Stalin insinuaba que un día podría haber cambios. Tras la guerra, Stalin pasó temporadas cada vez más largas en su casa de la costa del Mar Negro. Finalmente, la edad y la salud le pasaron factura y en marzo de 1953 murió a causa de un derrame cerebral. En ese momento, todo el mundo, incluso aquellos que habían sufrido bajo su mandato, tuvieron miedo de cómo sería el futuro sin el Gran Líder, el líder que les había dirigido a la industrialización del país y guiado durante la guerra.

Lecturas recomendadas y referencias

Oleg Khlevniuk, Stalin: New Biography of a Dictator, trans. Nora S. Favorov (Yale University Press, 2015).

Stephen Kotkin, Stalin, vol. 1, Paradoxes of Power, 1878--1928 (Penguin, 2014).

Stephen Kotkin, Stalin, vol. 2, Waiting for Hitler, 1929--1941 (Penguin, 2017).

Stephen Kotkin, Stalin, vol. 3 (Penguin, Forthcoming).

Library of Congress, "Revelations from the Russian Archives,"https://www.loc.gov/exhibits/archives/intn.html